IN SEMITA

(EN EL CAMINO)

La pintura de Juan Carlos Aguilar no es más que el desarrollo y el resultado de un proceso formal que ha desembocado en una experiencia abstracta; una destreza autodidacta desguarnecido de cualquier maestro. Ha llegado a la abstracción partiendo de la realidad para derivar en formas esencialistas que solo atienden a un orden impuesto, el de la Naturaleza.

Realismo y abstracción son las dos vías que configuran sus escenarios y los dos caminos actúa como una caja de resonancia y de ecos. Un realismo subyacente que generan un espacio en el que palpitan y se gestan las fluctuaciones del óleo sobre la tela al transformarse en una idealización. Esto es, el cruce de estas dos tendencias determina nuevas posibilidades expresivas a la hora de mirar sus cuadros, de observar los espacios creados, los volúmenes generados por la alternancia de llenos y vacíos.

En este sentido, Juan Carlos Aguilar no hace más que refrendar aquella idea que esgrimió Jean Bazaine cuando señalaba que la pintura tenía que descubrir el no objetivismo para dar una oportunidad a la mirada abstracta; una perspectiva cuya finalidad es comprender de manera fehaciente qué entendemos por arte, sobre todo cuando intuimos que siempre ha sido abstracto[1]. Y, aún más, en la serie In semita - y en ese afán de subvertir la realidad- se adentra en un nuevo orden que requiere de un sistema de escalas diferente. El camino trazado no pretende emular una realidad que no existe, sino objetivar su realidad concreta y única, la suya.

Javier Cano Ramos